La energía del mes de Tevet y la historia Extraído de «El calendario cabalístico»

 🕎YESHÚA MASHÍAJ ✡️

BEN YOSEF

          👑 

  BEN DAVID

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Tres acontecimientos principales sucedieron durante el mes de tevet.


La traducción de la Torá


Un día ocho de tevet el rey Talmai obligó a setenta ancianos de Israel a traducir la Torá, la Sabiduría de Moisés, al idioma griego. Pero, y como ya explicamos en el Calendario Cabalístico del mes de kislev, la raíz del idioma hebreo en ningún caso puede ser contenida por completo en otro idioma. Por consiguiente, traducir la lengua del Paraíso es tomar lo más superfluo y presentarlo falsamente como lo esencial. O, mejor dicho: es tomar al rey de la selva, al león, y encerrarlo en una estrecha jaula.


La muerte del último profeta

Un día nueve de tevet murió Esdra, el escriba, el último profeta. Y si entendemos la profecía como la revelación de la voz celestial en el marco limitado del mundo físico, a partir de su muerte se genera la máxima desconexión entre los cielos y la tierra.


El sitio a Jerusalén


Un día diez de tevet Jerusalén fue asediada por el ejército enemigo. No fue destruida -esto sucederá más tarde, en el mes de av- sino sitiada. No se podía entrar en Jerusalén ni tampoco los habitantes de la ciudad podían abandonarla. La ciudad divina había sido desconectada.


Mas en este punto debemos tener sumo cuidado ya que al referirnos a la historia, y principalmente a acontecimientos negativos, solemos asociar al tiempo con lo sucedido. Es decir, un mes es peligroso porque en él sucedió tal o cual suceso. Sin embargo, en realidad sucede exactamente al revés: la esencia del mes no se establece sobre la base de los acontecimientos históricos sino que debido a la naturaleza del mes se originan tragedias de este tipo. E incluso una torre muy alta se tambalea y cae cuando soplan vientos demasiado fuertes. Los vientos provocan el derrumbe. De igual modo, los vientos espirituales de tevet provocaron los acontecimientos antes nombrados.


Comencemos el análisis de los mismos.


Tres modos de un mismo encierro


La traducción de la Torá


De acuerdo con el relato bíblico, la luz fue creada en dos oportunidades. La primera, al comienzo mismo de la historia, cuando el Creador determinó: «Que haya luz». La segunda en el cuarto día, al crearse las luminarias.

Los sabios nos enseñan que la naturaleza de estas luces es completamente diferente: la primera, consecuencia de la Palabra divina original, permitía al hombre observar de un extremo al otro del mundo. La segunda, consecuencia de las luminarias, es la luz que conocemos, la luz «física». Sin embargo, continúa la enseñanza mística, cuando el Creador observó que la primera luz maravillosa también sería aprovechada por los malvados, la guardó y la reservó para placer y goce de los justos en el Mundo Venidero. ¿Dónde guardó El Eterno esta luz? En la misma Torá. Esto explica por qué la Sabiduría de Moisés, la Torá, también es denominada «Luz» en el lenguaje de los sabios: «oraita» en idioma arameo.

Tal vez una de las experiencias más extrañas que atraviesa la persona que se inicia en la sabiduría de la Torá, es aceptar y adaptarse al método de estudio. ¿A qué nos referimos? Si tomamos por ejemplo el estudio de la Torá oral, el Talmud, encontramos que el mismo se basa en la repetición. Incluso la raíz hebrea de la palabra Mishná también señala la reiteración en el estudio. Significa: aspiramos a entender el texto hasta los niveles de máxima profundidad, pero aquí no termina la tarea del estudiante. Ahora debe repasar, y preferiblemente en voz alta, el texto aprendido. Y el hombre occidental, racional por naturaleza, se siente extraño ante este método de estudio, y entonces pregunta: si ya he entendido el texto ¿para qué debo repasarlo? Y si ahora ya lo se incluso de memoria y lo puedo repetir aunque me despiertan en mitad de la noche, ¿para qué me indican de todos modos repetirlo y repetirlo?


Rabí Moshé Jaim Luzzatto, el genial cabalista italiano, enseña que la repetición en el estudio de la Torá es similar al acto de una persona que raspa un objeto determinado con la intención de quitarle capas y acceder a su centro, a su núcleo, al sitio de los tesoros escondidos. Al repetir el texto una y otra vez vamos cavando, quitando estratos, liberándolo de cáscaras que encubren precisamente aquella luz original que fue escondida en el interior de la Torá. Y no sorprende entonces que el estudiante dedicado, aquel que ya ha aprendido el arte del estudio y la repetición, logra al hacerlo un nivel de placer proporcional únicamente al contacto con el Mundo Venidero, tiempo en el que la luz primigenia brillará en todo su esplendor.

La dura y penosa tarea de cavar en una tierra dura y seca se ve recompensada al toparse cara a cara con el tesoro más bello que alguna vez haya podido imaginar.

Y es precisamente esta luz de sabiduría la eclipsada durante el mes de tevet ya que al ser traducida al idioma griego, su resplandor queda aprisionado tras las rejas de un idioma extraño. Ahora podremos tal vez entender su mensaje, pero jamás lograremos experimentar el baño de su sagrada Luz.


La muerte del último profeta

Ante todo presentamos algunos pasajes de profunda sabiduría del cabalista Rabí Moshé Jaim Luzzatto extraídos de su obra El camino de Dios, los cuales se refieren específicamente a la profecía:


Este es un grado de inspiración donde un individuo alcanza el nivel donde se acerca a Dios, de tal manera que él siente verdaderamente su apego. Entonces él capta que está apegado a Dios… Esto lo siente con total claridad de forma consciente que no deja lugar a ninguna duda. El individuo está entonces seguro de esto, como si se tratase de un objeto físico percibido por sus sentidos.

El principal concepto de la profecía es, por lo tanto, que una persona viva llegue a una apego y cercanía completa con Dios. Esto en sí mismo es ciertamente un alto grado de perfección y es también a menudo acompañado de cierta información e iluminación; a través de la profecía uno puede ganar conocimiento de muchos aspectos muy elevados entre los misterios escondidos de Dios. Estos son percibidos muy claramente, como todo el conocimiento obtenido a través del proceso de iluminación.

Cuando Dios se revela y confiere Su influencia, un profeta se altera enormemente. Su cuerpo y sus extremidades comienzan a temblar inmediatamente y él siente como si fuera volteado.

Esto es la naturaleza de lo físico. No puede tolerar la revelación de lo espiritual, y esto es particularmente cierto cuando se trata de la revelación de la Gloria de Dios. Los sentidos del profeta cesan de operar y sus facultades mentales no pueden funcionar independientemente. Se han convertido en dependientes de Dios y del influjo que está siendo conferido.


Como resultado de este apego del alma, se obtiene un grado de iluminación completamente más allá del poder de la razón humana. Esta iluminación no llega por su propia naturaleza, sino como una consecuencia del hecho que las altas Raíces están rodeándola. El alma percibe las cosas de una forma más intensa que en ocasiones normales.

El poder de la profecía entonces es mayor que el del espíritu divino, aún con respecto al conocimiento obtenido. La profecía puede traer la más alta iluminación posible al hombre que se da como resultado de la unión con su Creador.

La revelación de la Gloria de Dios es lo que inicia todo lo que se transmite en una visión profética. Esto es entonces transmitido al poder de imaginación en el alma del profeta – nefesh – la cual a su vez forma imágenes de los conceptos forjados en ella por el poder de la alta revelación. La imaginación, sin embargo, no inicia nada por su propia cuenta.

Estas imágenes, a su vez, conducen hacia las ideas e información del profeta, cuya concepción viene del poder de la Gloria revelada. El asunto queda fijado en la mente del profeta y cuando él retorna a su estado normal, este conocimiento es retenido con perfecta claridad.


En resumen, la profecía implica la máxima cercanía de Dios con los mundos físicos y la posibilidad humana de conectarse con las Raíces superiores y obtener iluminación e información.

Con la muerte del último profeta, la Voz de Dios, la que rompía y se burlaba de toda distancia, es restringida y confinada a los ámbitos celestiales.


El sitio a Jerusalén


Los sabios griegos, en sus albores, investigaron acerca de lo que las cosas son. Tales de Mileto, por ejemplo, señala el agua como el principio de todas las cosas, otros propusieron el aire, la tierra, etc. Los hebreos, por su parte, apoyados en la certeza de que absolutamente todo proviene de Dios, no se interesaron en demasía por el origen de todo, aunque sin embargo se vieron atraídos por otra investigación filosófica, la cual denominaremos la búsqueda del centro: el centro de la persona, el centro del mundo. ¿A qué nos referimos? Muy sencillo: el centro, de acuerdo con el Maharal de Praga, es aquello que permanece intacto e inmutable debido a su importancia fundamental y porque no tiende a los extremos. No se dispersa, no recibe fricción alguna, no entra en contacto con lo circundante. Además, el centro esencial mantiene y nutre a toda la estructura que lo rodea. El corazón es el centro del hombre ya que es la fuente de vida de la cual se nutre el cuerpo. ¿Y el centro del mundo? Muy simple: Jerusalén.


Los mapas antiguos dibujan al mundo como una flor, con sus pétalos extendidos en las cuatro direcciones – los continentes – y Jerusalén en el centro. O para decirlo de un modo más exacto: el centro del mundo es la Tierra Prometida; el centro de ésta, Jerusalén; el centro de Jerusalén, el Templo, y el centro del Templo el Sanctasactorum, el kodesh hakodashím, sitio de tal nivel de santidad que sólo podía ingresar el Gran Sacerdote, una vez al año, el Día del Perdón.

El Talmud también señala que la persona debe dirigir sus plegarias en dirección a Jerusalén, lo cual refiere al lugar de máxima conexión entre los mundos físicos y los mundos espirituales.

Jerusalén es el centro del mundo porque a partir del Templo la espiritualidad llega a los ámbitos terrenales y los ilumina.

El diez de tevet fue sitiada la ciudad de Luz, Jerusalén. La morada de Dios entre los hombres y el sitio elegido por Su gloria quedó herméticamente cerrado por los enemigos.


* * *


Mas no debemos confundirnos: lo verdaderamente grave de todo encierro es su consecuencia directa, la desconexión. Independientemente de si se trata de la traducción de la Torá, la profecía o Jerusalén, la interioridad, el corazón, la luz, aquello que esencialmente fue creado para expresarse e iluminar, ahora queda encerrado, eclipsado y desconectado de su objetivo último.


Cuando la Torá es traducida, y por consiguiente desconectada de su raíz de Luz, el sentido más profundo de la Sabiduría queda encerrado entre palabras y frases que dicen poco o nada.

Cuando la profecía es anulada la Presencia Divina y la claridad de su mensaje sólo logran expresarse a través de señales confusas y equívocas.

Y cuando Jerusalén es sitiada, la maravillosa Luz de la ciudad del Templo queda oculta y velada entre las callejuelas de una ciudad que ahora se presenta como cualquier otra.


En resumen: la tribu de Dan, esencialmente conectada al mes de tevet, se inclina a la idolatría y en este mismo mes Moisés es ocultado por su madre, la Torá traducida al griego, la profecía anulada y Jerusalén sitiada por lo enemigos.


Daniel Ben Itzjak


🙏Por la pronta liberación de todos los secuestrados en Gaza, por los soldados Israelíes y que Israel salga victorioso


🚫PROHIBIDO CAMBIAR, AGREGAR,USARLO CON FINES ECONÓMICOS O DE MANIPULACIÓN RELIGIOSA.


🚫Atención, ten cuidado de quien se aprende.


Los falsos profetas (maestro, líderes) son personas que les enseñan a los demás antes de haber recibido el permiso para hacerlo o no han estudiado ni se han preparado para instruir. 

Cuando alguien cree que está listo para enseñar pero no lo está, esta persona es, en efecto, un falso profeta.


Comentario de la Biblia Kabalistica  Deuteronomio 18:20.



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